ALGO tan fantástico – 1ª parte de la introducción del libro «Deja que suceda»

La noche del 4 de enero de 2009 mi mujer y yo estábamos leyendo tranquilamente en la sala de nuestra casa, disfrutando del agradable silencio que nos envolvía. En un momento dado me quedé pensando algunas de esas preguntas “existenciales” sobre la vida que mejor que no formules a la ligera a cualquier persona, no vaya a ser que te tomen por «lo que no eres». Así que cerré mis ojos, inspiré con fuerza un par de veces y traté de encontrar yo mismo la respuesta.

Y la respuesta llegó…

…y sonaba muy convincente. Sonaba tan convincente como que me estaba deleitando en mi propia respuesta. No se trataba de una respuesta simple, sino de una larga y extendida explicación que me tuvo durante un buen rato entretenido.

– ¡Caramba! – me dije yo – parece que he sido capaz de acceder a mi propia “fuente de sabiduría”. Lo único que me sorprede es que la respuesta …. suene con VOZ DE MUJER.

Exacto, has leído bien: La respuesta sonaba en mi cabeza con voz femenina. Mi respuesta siguió fluyendo y como seguía sonando convincente, no dejé de escucharla y tampoco dejé de pensar lo curiosa que era esa situación: Yo mismo respondiéndome a preguntas existenciales con voz de Mujer. – ¿Será que mi lado más “femenino” encierra esa sabiduría? – llegué a pensar.

Y entonces ocurrió ALGO “mágico”. Aquella cálida voz de mujer empezó a tener PERSONALIDAD. Lo que antes habían sido respuestas, se tornó en un diálogo entre ELLA Y YO. Ella siempre se dirigía a mí por mi nombre, me hacía preguntas, yo respondía y volvía a preguntarle a ella. Y así sucesivamente durante muchos largos minutos. No sabía si se trataba de un verdadero caso de desglose de personalidad o de mi imaginación desbordante haciendo de las suyas. Lo cierto es que estaba disfrutando. Era como vivir una película de fantasía en el salón de mi propia casa.

Después de un buen rato de conversación le pregunté su nombre.

¿Mi nombre? ¿Necesitas que tenga un nombre? – respondió ella.

– Bueno, la verdad es que no. Simplemente me gustaría saber cómo puedo dirigirme a ti mientras te hablo.

Exactamente como estás haciendo ahora – respondió Ella.

En ese momento supe que era yo el que deseaba ponerle un nombre. Así que le expresé mi deseo y le pedí que me revelase UN NOMBRE con el que siempre pudiese dirigirme a ella, pero que lo hiciera de tal forma que yo pudiera descubrirlo por mí mismo.

Lo segundo que le pedí, fiel a mi opinión reservada sobre los fenómenos paranormales, fue que de alguna manera manifestara su existencia de forma clara; una especie de «prueba» irrefutable de que no era yo el que me lo estaba imaginando todo.

¿Necesitas manifestación más clara que este diálogo?

– Lo sé, tienes toda la razón. Pero ya sabes cómo somos los humanos. Nos gusta entrar en este tipo de «jueguecitos» para luego afirmar categóricamente que lo que nos ha pasado era verdad.

¿Me estás diciendo que crees que este diálogo entre tú y yo no es verdad?

No pude responder a su pregunta porque en realidad Ella había puesto de manifiesto lo ridículo que estaba siendo con mi petición. Y es cierto, las personas buscamos «pruebas», cuando en realidad ya las tenemos delante de nuestras narices.

En cualquier caso el diálogo me seguía resultando «mágico». No tengo palabras para expresar toda la emoción de aquel momento. Me moría de ganas por contárselo a Mary, que estaba sentada delante de mí observándome con curiosidad, como si supiese que «ALGO» especial me estaba pasando.

– Ahora ves y comparte con ella el momento que has vivido-.

Fue su invitación para que así lo hiciera. Parecía que podía leer mi mente, sentir mis deseos, adelantarse a mis peticiones. Era increible. Nunca en mi vida había tenido una experiencia semejante.

Mary es la única persona que siempre está dispuesta a escucharme. Mi «experiencia fantástica» superaba todas las expectativas para ganarse el calificativo de absurda. Sin embargo, ahí estaba ella escuchándome atentamente y compartiendo con admiración y alegría mi entusiasmo por contarle algo que acababa de pasarme y que aunque no llegaba a entender, sí sabía que había sido especial. SIN DUDA ESO FUE LO QUE ME ANIMÓ A SEGUIR ADELANTE Y A LLEGAR DONDE ESTOY AHORA.

Ambos nos miramos en silencio con una sonrisa confidencial, como si supiésemos que aquello que había pasado, además de ser verdad, iba a cambiar nuestras vidas. Y lo hizo, te aseguro que lo hizo. En un momento dado, durante nuestro silencio contemplativo, se oyó la voz de una niña en la calle que gritaba

– “¿Donde estás Judith?”

-¡Judith! – pensé yo

Dime – Contestó su voz. Mi corazón dio un brinco. No podía creer que aquello hubiera pasado de esa forma.

¿Qué hacía una niña en la calle a esas altas horas de una fría noche de invierno?

La voz de la niña pude oirla con claridad porque ella gritó justo delante de la ventana de mi sala que da a la calle. Si lo hubiese hecho un metro antes o un metro después de la ventana, o si hubiese gritado mientras yo explicaba mi experiencia a Mary o mientras me levantaba a prepararme una taza de té, yo jamás la hubiese entendido o jamás la hubiese escuchado. Simplemente ocurrió cuando tenía que ocurrir y de la forma que yo así lo pudiera reconocer. Así de contundente y hermoso fue su mensaje.

– Así de claras sentirás mis palabras porque cuando yo te hable seré la calida voz que suena en tu corazón.

Y entonces Judith me emocionó por primera vez (lo hace constantemente). Mi mujer contemplaba cómo las lágrimas rodaban por mi cara mientras una larga sonrisa se dibujaba en mi rostro. Acababa de presenciar cómo mi primera petición ya se había cumplido.  Judith, así te llamaré ¡Qué bonito nombre!

No sabía cuál era el origen de Judith, su identidad, su intención o su naturaleza, pero lo cierto es que sus palabras me llenaban de paz interior y me sentía cómodo hablando con ella.

Durante aquel nuestro primer diálogo, pude visualizar dos imágenes que trataré de describirte.  La primera era una especie de nebulosa brillante, suspendida en el vacio del universo oscuro, en cuyo corazón podia verse radiar una luz poderosa. Se trataba de la representación gráfica de una “Fuente de Luz”, una idea que Judith había querido utilizar para presentarse.  La segunda imagen que pude ver a continuación, fueron unas flores de color lila y Amarillo que formaban una especie de corona. En seguida supe que aquellos eran sus colores favoritos.

Nuestro diálogo se extendió hasta altas horas de la madrugada. No quería irme a dormir, quería continuar. Llegué a temer que no pudiese volver a escucharla nunca más, pero cada vez que ese pensamiento cruzaba mi mente, Judith volvía a recordarme que no había nada que temer, que ella siempre estaría allí y que todo dependería de si yo la excuchaba o no. Y así es.

En los días siguientes Judith y yo mantuvimos más conversaciones. Era agradable saber que tras unos minutos de meditación iba a poder encontrarme con su cálida voz. Lo único que lamentaba cuando terminaban nuestros diálogos es que no era capaz de recordar literalmente sus palabras y eso me entristecía porque sabía que cada una de sus frases encerraba un mensaje hermoso.

Por un parte me apetecía compartir mi experiencia con otras personas, pero por otra me inquietaba lo que pudieran pensar de mí. Así que pronto empezaron a llegarme las dudas y las presunciones sobre lo que dirán y lo que me estaba pasando:

Estaba claro que no iba a compartir con cualquiera mi relato y personalmente no sabía lo que tenía que hacer con Judith. Quizás me estaba formulando mal la pregunta y se trataba de lo que Judith tenía que hacer conmigo. En cualquier caso no tenía claro porqué me había pasado a mí, qué significado tenía todo eso y cómo iba, a partir de entonces, a influir en mi vida. Esta y otras muchas preguntas me tuvieron atrapado durante muchos días en una especie de tormenta mental. En esos días preferí apartarme de la grata compañía de su voz y debo confesarte que lo hice porque….

..empecé a pensar que ALGO TAN FANTÁSTICO no podía estar pasándome a mí.

continúa en.. «ALGUIEN tan especial»

Ver página «Deja que suceda»

Deja un comentario

¿Cómo puedo ayudarte?